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Los efectos económicos del coronavirus en el hogar y las empresas

Además del trágico impacto humano, el coronavirus está suponiendo un profundo efecto económico en todo el mundo. El gran bloqueo global que vivimos ha puesto fin al progresivo crecimiento económico de muchos países. Hasta el punto de que la economía mundial está viviendo la recesión más profunda desde la Gran Depresión de la década de los 30 del siglo pasado.

Aunque hay indicios de que el virus se está controlando y los gobiernos están comenzando a levantar las restricciones para permitir la movilidad y la interacción social, lo cierto es que los grandes inversores y economistas dudan de que la recuperación sea rápida. Se espera que los efectos económicos de la pandemia continúen incluso mucho después de que haya pasado el brote.

El impacto del coronavirus en la economía familiar

Antes de la llegada del coronavirus, los expertos vaticinaban que la demografía y las tendencias en la productividad apuntaban a una perspectiva de crecimiento moderado y baja inflación en la economía mundial. Una perspectiva en la que las tasas de interés se iban a mantener bajas y los inversores debían moverse en un entorno de considerables cambios bursátiles.

Sin embargo, los estudios históricos sobre los efectos económicos que producen las pandemias apuntan a que, en esta ocasión, las consecuencias serán también significativas a largo plazo. El crecimiento y los rendimientos de los activos se reducirán durante un periodo considerable de tiempo, de la misma forma que ya sucedió en pandemias anteriores.

En términos económicos, a lo largo de la historia las pandemias han alterado el equilibrio del ahorro y la inversión en los hogares. Después del shock inicial, y a medida que la enfermedad se va conteniendo, la respuesta natural de las familias y empresas de todo el mundo es de cautela.

Los países que ya han levantado los bloqueos sociales por la pandemia están descubriendo que el gasto del consumidor se está recuperando muy lentamente. Algo que, si nos atenemos a lo que relata la historia de las pandemias, es algo que va a persistir durante un periodo de tiempo.

La experiencia previa revela que el impacto de una pandemia provoca que las personas sean más conscientes de la vulnerabilidad de sus empleos e ingresos. Esto hace que en estos momentos se tenga muy en cuenta la capacidad de ahorro, lo que se traduce en un gasto del consumidor más débil.

El coronavirus y las empresas

Si nos situamos en el lado empresarial, los estudios muestran que la inversión también resulta más débil. En la mayoría de los casos, esto refleja la caída en la oferta laboral como consecuencia de la pandemia. La caída en la rentabilidad debilita la inversión de capital. Por tanto, es muy probable que no haya aumentos salariales en las empresas tras el coronavirus.

Y en caso de que haya aumentos en los salarios, estos serán muy débiles, lo que provocará que la desigualdad de ingresos pueda aumentar aún más. La solución a todo esto podría estar en la obligación de las empresas por innovar su metodología de trabajo.

No obstante, el bloqueo global para muchas empresas va a tener un efecto a largo plazo en su disposición a la hora de asumir riesgos e invertir. Al igual que sucede con la economía doméstica, el bloqueo y la caída de la actividad ha generado una mayor concienciación de las empresas ante el riesgo. Es por eso que estas consecuencias de la crisis del coronavirus van a pesar a la hora de tomar decisiones de riesgos futuros en materia de inversión.

Una combinación de tasas de ahorro más altas y una menor inversión de capital apuntaría a un crecimiento más lento de la economía. Una inversión más débil también va a obstaculizar la recuperación de la productividad y reforzará que el crecimiento del PIB sea mucho más lento. Es por todo esto por lo que las tasas de interés se mantendrán bajas durante un periodo considerable.

Hay altos directivos que ya apuntan que la deuda se reducirá a partir de la inflación y no por medio de la represión financiera. Sin embargo, dado el cambio demográfico que estamos experimentando hacia una población de mayor edad, una alta inflación golpearía a una parte clave del electorado de un país al erosionar el valor real de sus ahorros y pensiones.

El gasto sanitario

Un efecto económico que será tendencia global en los próximos años es el gasto sanitario. Se espera que dicho gasto aumentará a medida que los gobiernos traten de mejorar sus sistemas de salud. La mayoría de ellos ha quedado en evidencia tras la crisis del coronavirus.

El gasto en salud como parte del PIB ya ha aumentado en gran medida como consecuencia de las presiones demográficas. En Estados Unidos, por ejemplo, el gasto sanitario ha aumentado del 13% al 17% del PIB desde el año 2000, el nivel más alto entre los países de la OCDE.

En Europa, donde el gasto sanitario representa el 11% del PIB, también hemos asistido a un aumento en los últimos 20 años. Y a pesar de que el sector privado desempeñará un papel importante en un futuro cercano, será el gasto público el que tenga el mayor efecto en la OCDE. Sin ir más lejos, el gasto sanitario ya representa casi una quinta parte del gasto público de la OCDE.

Esto va a suponer todo un desafío para las finanzas mundiales, en un momento en el que el Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha pronosticado que la deuda pública total aumentará al 150% del PIB para los países del G20 a finales del 2021 en gran parte como resultado del coronavirus.

Los gobiernos, en este caso, tendrán que enfrentarse al dilema de aumentar los impuestos o reducir el gasto público para contener los déficits presupuestarios.

En definitiva, los inversores ya están mirando mucho más allá de la inmediata recesión para tratar de anticiparse a la economía que nos encontraremos tras el coronavirus. La intervención de los diferentes gobiernos será clave y los inversores tendrán que ser más ágiles que nunca para poder lograr sus objetivos.

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