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Fondos indexados, en qué consisten

fondos

A estas alturas, el inversor iniciado ya sabrá todo lo referente a los fondos de inversión, la gestión de activos, las comisiones o los índices bursátiles. Para los más despistados, recordemos algunos conceptos: un fondo de inversión no es más que un instrumento de inversión colectiva gestionado y configurado con la intención de garantizar ciertas rentabilidades a sus inversores. Los fondos de inversión más conocidos son los llamados de gestión activa, que suelen ser creados y capitaneados por gestoras, mezclando distintos productos bursátiles (como acciones de determinadas empresas, bonos del Estado, divisas…), con el objetivo de “batir al mercado”, esto es, superar en rentabilidad la conseguida en determinado espacio de tiempo por el índice bursátil de referencia, que en España es el IBEX 35. Aunque a veces puede parecer un fin plausible, especialmente en nuestro país dado el comportamiento errático de dicho índice, a largo plazo se ha demostrado más que complicado superar sistemáticamente los resultados ofrecidos por los índices más representativos. Dado que los fondos de gestión activa llevan aparejadas comisiones de gestión muy elevadas, la tarea de obtener rentabilidades considerables se convierte en ciertamente compleja para los inversores, especialmente en épocas tumultuosas, como la actual, en las que es difícil confiar en gestores en base a track records pasados. Es aquí donde hace su aparición la gestión pasiva, bien representada por los fondos indexados.

Qué son, qué ofrecen

Antes de ponernos manos a la obra a explicar todo lo referente a los fondos indexados, conviene entender bien qué es un índice bursátil: básicamente, un índice es un indicador que representa la trayectoria del mercado financiero de un territorio a través del seguimiento de la trayectoria de sus empresas más destacadas. Cada país suele tener al menos un índice bursátil de referencia, si bien hay países que cuentan con varios, como Estados Unidos, que cuenta, entre otros, con el S&P 500, el Nasdaq 100, el Dow Jones o el Russell 2000. En España tenemos el IBEX 35, elaborado y publicado regularmente por Bolsas y Mercados Españoles (BME), que está formado por los 35 activos más líquidos que se negocian en los mercados financieros españoles (35 grandes empresas), ponderados por capitalización bursátil: esto último implica que el peso de Iberdrola, por ejemplo, es superior en el cálculo del valor del IBEX 35 que el peso de Mapfre. Este sistema es extrapolable al de cualquier índice bursátil, como el CAC 40 de Francia, el DAX 30 de Alemania o el FTSE MIB de Italia.

El IBEX 35 es un índice, no un activo, por lo que no es posible invertir en él de forma directa. Sin embargo, si un ahorrador decidiese crear una cartera con las acciones de las mismas empresas que forman el IBEX, otorgando pesos en la cartera similares a los del IBEX (las acciones de Iberdrola, un 13.92% del total de la cartera, las de Santander, un 11.52%, y así sucesivamente), se podría decir que dicho inversor está replicando el comportamiento del IBEX 35, y que ganará cuando el IBEX suba y perderá cuando este caiga. La idea es extremadamente sencilla, y es básicamente el funcionamiento de los fondos indexados: un instrumento de inversión colectiva que, en vez de configurarse de forma “imaginativa” para diversificar mientras se esperan ganar altas rentabilidades, imita la composición de determinado índice con la esperanza de que este marche bien. Los fondos indexados son ofrecidos tanto por gestoras independientes, habitualmente más especializadas en la gestión activa, como por instituciones más grandes como los departamentos de gestión de activos de los bancos comerciales, y son cada vez más populares entre inversores a largo plazo y personas no especializadas.

Ventajas y desventajas de los fondos indexados

Llegados a este punto, ¿qué más se puede decir de los fondos indexados? A continuación repasamos qué puntos fuertes tienen como vía de canalización del ahorro y qué debilidades debemos tener en cuenta. La ventaja más obvia tiene que ver con las comisiones: como hemos comentado, los fondos de gestión activa cobran altas comisiones porque requieren atención constante y una gran dosis de análisis, estudios previos e imaginación por parte de los gestores. La gestión pasiva, por su simpleza, no requiere dedicación pormenorizada ni grandes complicaciones por parte de los gestores para analizar las rentabilidades esperadas, por lo que los fondos indexados suelen llevar aparejadas comisiones mucho más bajas. Esto tiene una implicación que hay que tener en cuenta: por muy reducidas que sean las mencionadas comisiones, impedirán que un fondo indexado replique la rentabilidad exacta del índice bursátil al que imita; si miramos una serie temporal con la trayectoria de un índice determinado y la del fondo que lo sigue, veremos que este último siempre se mueve exactamente igual pero un poco por debajo, debido a las comisiones. Esto no debería ser visto tanto como una desventaja sino como una característica inevitable de cualquier vehículo de inversión gestionado por terceros.

Mencionadas las comisiones, otra gran ventaja de los fondos indexados, aunque pueda parecer irónico, es la rentabilidad. Si bien los fondos de gestión activa tienen como objetivo batir al mercado, por lo que se presupone que lo suelen conseguir, (superando implícitamente a los fondos indexados), esto no solo no siempre ocurre, sino que las gestoras suelen fallar en su fin. Es raro encontrar un fondo de inversión o una gestora que sistemáticamente logren rentabilidades superiores al mercado; a largo plazo, de hecho, es harto improbable que lo consigan. Sin embargo, si miramos una serie histórica de algún índice de gran popularidad, como del S&P 500 estadounidense o el mencionado IBEX 35 español, veremos que en cuestión de décadas han incrementado drásticamente su valor.

Por tanto, los fondos indexados son un vehículo de inversión a largo plazo, fáciles de seguir (pues nos bastará con observar la trayectoria del índice replicado para saber “cómo marchamos”) y bastante baratos, que suelen ofrecer rentabilidades notables con poco riesgo aparejado. Aunque puedan parecer poco ingeniosos y ambiciosos, son lo más recomendable para inversores aversos al riesgo, con poco conocimiento o que quieren garantizar su pensión de jubilación.           

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