Es muy probable que os hayáis fijado en las diferentes técnicas que utilizan las entidades financieras para incentivar a sus clientes. De un modo u otro utilizan recursos para fidelizar a los viejos clientes y, al mismo tiempo, conseguir nuevas altas en sus filas.
Uno de las estrategias más populares es la bonificación. Es decir, el tipo de interés de un producto se puede aumentar o reducir en función del grado de vinculación que el cliente tiene con la entidad. A mayor relación con la entidad, se supone que mayores serán los beneficios para los consumidores. Normalmente estas bonificaciones están sujetas a unos límites mínimos y máximos.
Este sistema se utiliza con frecuencia para promover la contratación de hipotecas, depósitos, cuentas, etc.
¿Compensa la bonificación?
Aunque muchas veces pueda parecer que, por ejemplo, una hipoteca bonificada nos resultará más económica que otra sin bonificar, lo cierto es que es necesario analizar las características de cada producto detenidamente. En ocasiones, no nos compensará realmente la bonificación porque el coste que nos supone será más caro que el descuento que nos hacen. Siempre es cuestión de analizar las condiciones con detalle, pero no hay que dejarse impresionar por las ofertas a primera vista.
Hay «trucos» para que se te aplique la bonificación sin necesidad de una vinculación excesiva con la entidad. En mi caso, la domiciliación de la nómina ha sido sustituida por una transferencia mensual por un importe superior a 600 EUR y el saldo en productos de la entidad por un importe determinado lo mantengo solamente desde el mes anterior a la fecha de revisión. Una vez conocidas las condiciones de la hipoteca para el siguiente semestre, saco ese dinero de la entidad y hasta dentro de 6 meses.