Cambiar de banco ya no es el proceso largo y artesanal que muchas personas recuerdan, llamadas sueltas, domiciliaciones “a mano” y semanas de incertidumbre. En España existe un procedimiento específico para el traslado de cuentas de pago que busca que el cambio sea más ágil, ordenado y, en esencia, gratuito para el cliente.
Aun así, en la práctica el éxito del traslado depende de dos cosas, elegir bien la fecha de ejecución (para evitar cargos en la cuenta antigua cuando ya no la miras), y definir exactamente qué quieres mover (recibos, ingresos periódicos, órdenes de transferencia, saldo y, si procede, cierre).
El marco legal que lo sustenta se articula en normas que regulan el traslado de cuentas de pago y establecen un procedimiento entre entidades para mover domiciliaciones, órdenes permanentes, transferencias periódicas y, si se solicita, cerrar la cuenta anterior.
El procedimiento de traslado, qué se pide, qué plazos hay y qué hace cada banco
El primer paso suele ser más sencillo de lo que parece, solicitar el traslado. En el esquema descrito por la normativa, la entidad debe facilitar un formulario de solicitud que explica quién hace qué, los plazos máximos, qué puedes pedir como cliente, qué información será necesaria y qué vías existen si surge un conflicto.
Si la cuenta es compartida, hay un matiz importante, cualquiera de los titulares puede iniciar la solicitud, pero para que avance el proceso tienen que firmar todos los titulares.
En ese formulario se define el corazón del traslado, la fecha a partir de la cual quieres que las domiciliaciones y las órdenes permanentes dejen de operar en tu cuenta antigua y empiecen a hacerlo desde la nueva. Y aquí hay una regla práctica que conviene respetar, debe existir un margen mínimo de 13 días hábiles desde que la entidad receptora recibe el formulario cumplimentado. Esa holgura es la que permite que el cambio se haga sin sobresaltos.
Además, podrás indicar qué elementos deseas trasladar, por ejemplo, órdenes permanentes de transferencia, domiciliaciones de recibos, transferencias entrantes periódicas (como una nómina recurrente), saldo y cierre de la cuenta, si quieres cancelar la antigua, y también qué ocurre con productos asociados, como tarjetas u otros servicios vinculados.
A partir de ahí, el proceso se reparte entre el banco de destino (receptor) y el banco de origen (transmisor).
La entidad receptora, una vez recibe tu solicitud, dispone de dos días hábiles para pedir al banco de origen información y acciones concretas, el listado de órdenes permanentes y domiciliaciones, la información disponible sobre transferencias entrantes periódicas y adeudos domiciliados de los últimos 13 meses, la transferencia de saldo y, si lo has solicitado, el cierre de la cuenta en la fecha prevista.
Cuando la entidad receptora recibe la información del banco de origen, dispone de cinco días hábiles para ejecutar el traslado en la práctica, replicar las órdenes y domiciliaciones y comunicar los nuevos datos de cuenta a quienes te ingresan dinero periódicamente, por ejemplo, pagadores habituales.
Por su parte, el banco de origen debe contestar y actuar dentro de sus plazos, en un máximo de cinco días hábiles desde que recibe la solicitud del receptor, debe remitir la información solicitada, cancelar órdenes a la fecha de ejecución, transferir el saldo y cerrar la cuenta si así lo pediste, siempre que no existan pagos pendientes.
Hay un detalle relevante para evitar problemas durante la transición, el banco de origen no debería bloquear tus medios de pago antes de la fecha indicada en el traslado. Y la cancelación efectiva de productos asociados no se produce automáticamente solo por iniciar la solicitud, suele requerir que el proceso se complete y, en algunos casos, una cancelación expresa según el producto.
Elegir bien qué trasladas, cuenta completa o solo una parte
No siempre hace falta mudarse con todo. A veces lo que realmente interesa es llevarte los recibos o cambiar la cuenta donde cobras la nómina, sin tocar lo demás.
Si solo quieres mover domiciliaciones, existe la opción de hacerlo tú directamente con cada emisor, luz, agua, telefonía, seguros, cuotas, suscripciones, comunicando el nuevo IBAN. Es más laborioso, pero te da control total sobre el calendario.
Si prefieres evitar gestiones, lo habitual es que el banco de destino pueda ayudarte a comunicar el cambio a los emisores de recibos, siempre que le facilites los datos necesarios para identificar cada domiciliación.
Con la nómina o pensión, el planteamiento es distinto, normalmente se trata de informar a quien paga, empresa u organismo pagador, del nuevo número de cuenta. En el caso de una pensión, el cambio se tramita con el organismo correspondiente por la vía disponible, presencial o telemática, según el caso.
Qué pasa si tienes hipoteca, préstamo u otros productos en tu banco actual
Aquí conviene separar conceptos. Cambiar tu cuenta de operativa diaria no implica, por sí solo, trasladar automáticamente una hipoteca que tengas en el banco de origen. Si lo que deseas es mover también la hipoteca, el camino suele ser la subrogación, necesitas que el banco de destino te haga una oferta y, con ella, se inicia un procedimiento en el que tu banco actual debe facilitar un certificado del importe pendiente en un plazo determinado. Después existe un periodo de espera antes de formalizar la subrogación.
En el caso de un préstamo personal con otra entidad, cambiar de banco para el día a día es posible. Si lo que quieres es llevarte también esa deuda al nuevo banco, normalmente se hablaría de refinanciación, que implica un estudio y, si se aprueba, el nuevo banco aporta fondos para cancelar el préstamo anterior y pasas a pagar el nuevo.
Dicho de forma simple, la cuenta se traslada con un procedimiento de portabilidad, pero los productos de financiación requieren su propia operación, subrogación o refinanciación, y condiciones específicas.
Un cierre sin errores, tres precauciones que evitan problemas
Antes de pedir el cierre de la cuenta antigua, suele ser sensato, dejar un margen para cargos tardíos (alguna domiciliación que entra fuera de fecha o una regularización), confirmar que no quedan pagos pendientes ni operaciones en curso, revisar qué ocurre con tarjetas u otros productos asociados, porque el cierre de la cuenta no siempre cancela automáticamente todo lo vinculado sin una gestión adicional.
En conjunto, el sistema está diseñado para que el cambio sea más parecido a un traslado guiado que a una mudanza caótica. Pero el resultado mejora mucho cuando defines bien tus objetivos, qué quieres mover, desde qué fecha y si la cuenta antigua debe cerrarse o convivir un tiempo. Con esa claridad, cambiar de banco deja de ser un “proyecto” y pasa a ser, sencillamente, un trámite bien planificado.